El entonces Capitán de Blandengues, José
Gervasio Artigas se suma al proceso revolucionario de mayo, cuando en febrero
de 1811 abandona sus funciones al servicio español de “su majestad” el Rey
Fernando VII y se pone a disposición de la Junta de Buenos Aires, por aquel entonces Poder
Ejecutivo de la Revolución.
Junto a sus milicias de la Banda Oriental (Actual
República del Uruguay, pero en aquella época territorio de las denominadas
“Provincias Unidas del Río de la
Plata ”), compuestas de gauchos, mestizos e indios se propone
poner sitio a Montevideo, bastión de la resistencia realista, donde el nuevo
Virrey, nombrado por la
Metrópoli para estos territorios, Francisco Elío, se oponía a
la revolución originada al otro lado del Río de la Plata.
Antes de partir, desde el cuartel de Mercedes,
el 11 de Abril de 1811, dirige a su ejército una Proclama de Libertad: “…¡A la empresa compatriotas! Que el triunfo es
nuestro: vencer o morir sea nuestra cifra; y tiemblen esos tiranos de haber
excitado vuestro enojo, sin advertir que los americanos del Sur están
dispuestos a defender su patria; y a morir antes con honor, que a vivir con
ignominia en afrentoso cautiverio…”. [1](Es interesante
destacar el espíritu Americanista de este prócer al invocar, en este caso, a
los “Americanos del Sur” y no solamente a los Orientales o a los “Rioplatenses”).
A fin de cortar el avance patriota hacia
Montevideo, Elío manda una fuerza que se enfrenta con Artigas en la batalla de
las Piedras, el 18 de Mayo de 1811. El resultado es una gran victoria para
Artigas que ya tiene el campo libre para emprender la marcha.
El 20 de mayo Artigas pone sitio a Montevideo y
para auxiliarlo se suman tropas de Buenos Aires, al mando de Rondeau. Al verse
imposibilitado de acción Elío logra el apoyo de contingentes portuguesas que
invaden el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata desde el Brasil.
La jugada de Elío valió la pena. Al enterarse
Buenos Aires de los desastres que sucedían en el Ejército del Norte al mando de
Castelli en el Norte argentino, sumados al peligro que representaban las
fuerzas portuguesas en la Banda Oriental ,
que podían desplegarse hasta el litoral, decide pactar con el Virrey. Las
fuerzas porteñas que sitiaban Montevideo se retrasarían hasta Colonia de
Sacramento y otras volverían a Buenos Aires y le reconocerían a Elío los
derechos sobre esa provincia.
Artigas indignado, ya empezaba a mostrar
diferencias con los gobernantes de Buenos Aires. El no iba a dejar la lucha ni
a regalarle el territorio y sus ideas federales lo obligaban a impedir que a su
provincia la gobierne un Virrey con órdenes de un Rey a miles de kilómetros. Si
a Buenos Aires no le importaba a él si.
Ante la falta de fuerzas y a fin de no pelear
en dos frentes, Artigas se repliega con sus milicianos a fin hacerse fuerte en
algún punto y comienza una larga marcha para cruzar el río Uruguay. En el
camino se da un fenómeno increíblemente peculiar. Las familias de la campaña de
la Banda Oriental
se le van sumando a su itinerario y se desarrolla lo que luego se llamará el
“Éxodo Oriental”, donde cerca del 75% de la campaña oriental prefirió quemar
sus posesiones (las que no podían acarrear con ellos) antes que dejárselas a
los partidarios del Rey, que indudablemente harían sentir el rigor y las represalias
a los partidarios de Artigas) ni a las tropas portuguesas que seguían avanzando
a pesar de que se había pactado su retirada.
En este momento se termina de consolidar el
liderazgo de Artigas sobre ese pueblo fiel y combativo que buscará en su figura
al único capaz de protegerlo.
Al respecto, en una carta a la Junta Gubernativa del Paraguay,
fechada en diciembre de 1811, Artigas deja en claro: “Ellos se resuelven a dejar sus preciosas vidas antes que sobrevivir al
oprobio e ignominia a que se les destinaba (…) y (deciden) trasladarse con sus
familias a cualquier punto donde puedan ser libres, a pesar de trabajos, miserias
y toda calase de males. (…) la poca seguridad que fían sobre la palabra del
señor Elío a este respecto, les anima de nuevo, y determinados a no permitir
jamás que su suelo sea entregado impunemente a un extranjero, destinan todos
los instantes a reiterar la protesta de no dejar las armas de la mano hasta que
él no haya evacuado el país.”
Es así que luego del éxodo oriental Artigas
tendrá la suficiente fuerza para seguir luchando contra las tropas realistas,
los invasores portugueses y contra un nuevo enemigo: El centralismo de Buenos
Aires, que pretendía reemplazar al poder Virreinal por una Elite Porteña,
cambiando solamente el amo.
Pero Artigas, considerado como el primer caudillo de estas tierras, pensaba
la autonomía de las provincias para integrar una gran confederación donde los
Americanos del Sur sean libres contra cualquier interés foráneo o interno que
pudiera quitarles soberania, en otras palabras, libertad. Los pueblos deben
gobernarse a ellos mismos. De este modo y en concordancia, en la oración
inaugural del Congreso de abril de 1813 conformado para dar instrucciones a sus
diputados orientales sobre que discutir en la famosa Asamblea del año XIII,
Artigas dijo: “…Ciudadanos los pueblos deben
ser libres. Ese carácter debe ser su único objeto, y formar el motivo de su celo”.[2]
[1] Proclama de Mercedes del
11 de abril de 2011
[2] Oración inaugural al
Congreso de las Tres Cruces, 4 de abril de 1813.
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